El sol comienza a entrar suvemente por la ventana, y se transluce a través de las cortinas claras. Comienzo a estirar mis músculos, siento el calor de las frazadas que me cubren completamente. Siento la seda entre mis dedos, siento mi pelo alborotado pegado en la cara.
Doy vuelta y lo veo junto a mi, con esa expresión infantil que tiene siempre que duerme. Sus labios, sus párpados cerrados, su pecho terso. Lo toco suavemente y mis caricias lo despiertan. Me mira, me sonríe.
Y yo sólo quiero que ese momento dure por siempre.
Hola tenia un gran tiempo sin pasar por tu blog.
Me gusto mucho tu entrada, corta y precisa, llena de emociones.
Generalmente lo que dura por siempre es lo inexplicablemente bello o por el contrario, lo tortuoso. Se necesita de lo segundo para valorar lo primero y para poder escribir cosas así, como la que escribiste vos.