El sol comienza a entrar suvemente por la ventana, y se transluce a través de las cortinas claras. Comienzo a estirar mis músculos, siento el calor de las frazadas que me cubren completamente. Siento la seda entre mis dedos, siento mi pelo alborotado pegado en la cara.
Doy vuelta y lo veo junto a mi, con esa expresión infantil que tiene siempre que duerme. Sus labios, sus párpados cerrados, su pecho terso. Lo toco suavemente y mis caricias lo despiertan. Me mira, me sonríe.
Y yo sólo quiero que ese momento dure por siempre.
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